LAS NOVELAS

Este volumen incluye
las siguientes novelas de Curtis Garland:

El discípulo de Frankenstein

"No sé si pretendió ser diabólico, realmente. Fue un gran científico —comentó Stuart—. Anoche leí su verdadera historia, la que inspiró a Mary W. Shelley a escribir lo que muchos pensaron que era una ficción novelesca. Frankenstein era un ser real. Existió. Y fue un genio... o pudo haberlo sido..."

Publicada originalmente en mayo de 1973 como número 10 de la por entonces recién iniciada colección de bolsilibros Selección Terror (ST en adelante) de Bruguera, esta brillantísima continuación de Frankenstein (1818) de Mary W. Shelley, que transcurre en las calles de París, en el frío invierno de 1851, fue la tercera novela de terror publicada por Curtis Garland (las dos anteriores fueron Anoche salí de la tumba, en ST nº2; y Mujeres vampiro, en ST nº6). Se trata de una novela breve, escrita en clave de lo que ahora denominamos "mitología creativa", pues por sus páginas no sólo desfila el más célebre resurreccionista que haya dado la literatura, Víctor Frankenstein, sino también otro monstruo clásico más, uno creado por H.G. Wells y al que Curtis Garland también dedicaría alguna otra obra... Estamos, por supuesto, ante un Juan Gallardo Muñoz trabajando por primera vez con algunos de sus personajes favoritos, y en un momento en el que se encontraba, a nuestro entender, en verdadero estado de gracia. Imprescindible. (Ver una breve reseña).

Drácula 75

"Así, amigos míos, no sólo es cierta la fantasía literaria de Stoker, sino que él se ha limitado a recoger leyendas y mitos de los eslavos amedrentados por la superstición que en estas tierras provocó la existencia real de uno de esos siniestros muertos-sin-descanso... La realidad, me temo, es mucho peor aún. Y puede llegar a amenazar, alguna vez, a todo el género humano".


Drácula 75 vio la luz en el número 90 de ST (noviembre de 1974), y es un muy buen ejemplo de por qué hemos decidido bautizar este volumen con el cinematográfico título de Hammer Horror: no hay duda de que Curtis Garland había tenido ocasión de ver en la gran pantalla Dracula AD 1972 (en España, Drácula 73, por la fecha de estreno), una producción de la Hammer Films dirigida por Alan Gibson, y protagonizada por Christopher Lee y Peter Cushing, en la que el Conde Drácula resucitaba en tiempos de hippies, discotecas, drogas y psicodelia estética... pero más allá del título, las comparaciones entre la película y la novela de Juan Gallardo terminan ahí. Por supuesto, el vampiro Drácula, creado por Bram Stoker en la novela homónima de 1897, estaba basado en una caudillo valaco medieval llamado Vlad Dracula, conocido como "Vlad el Empalador"... y Curtis aprovechó esta información para reelaborar la leyenda, revisar la obra de Stoker y, por supuesto, traerla hasta el Londres de la década de 1970, "entre el denso tráfico de los automóviles, la contaminación, las discotecas ruidosas, los chillones trajes a la moda de Carnaby Street, y los hippies o los progresistas, deambulando por toda la ciudad, entre escaparates repletos de equipos de hi-fi o estéreo, discos de brillantes portadas, magnetófonos y cintas, televisores en color, videocassettes y todo cuanto forma parte de nuestro mundo actual y sus extraños y frívolos caprichos consumistas"...
Por supuesto, Curtis Garland ya había tocado el tema del vampirismo en dos novelas anteriores de ST (Mujeres vampiro, 1973 y Los dientes del murciélago, 1974), e incluso había demostrado que conocía de primera mano la novela de Stoker en sendas novelas de ciencia ficción de la colección La Conquista del Espacio de Bruguera (Vampiro 2000, 1971, y Vampyr, 1973) y también en un Weird Western (Drácula West, 1972). Pero en Drácula 75 fue donde se aproximó por primera vez (luego vendrían otras ocasiones, algunas de ellas especialmente gloriosas) a la figura del monstruo clásico de Stoker, tal y como lo conocemos hoy.


Yo, hombre lobo

"Quiero despedazar su hermoso cuerpo con mis zarpas velludas, hincar mis garras en su cuello y desgarrárselo! Quiero verla con los ojos desorbitados por el pánico, la angustia y el dolor… Quiero ver que todos huyen mientras ella agoniza bajo el peso de mi cuerpo hediondo y fétido, de erizado vello rojizo.
Sí, eso es lo que deseo ahora…"


Actualización del mito del Hombre Lobo, un monstruo clásico cuyos atávicos orígenes se enraizan en la memoria colectiva de todas las culturas de la Antigüedad y que, por tanto, carece de un un origen, y por tanto, de un "canon cerrado" literario. La productora cinematográfica Hammer recurrió a The Werewolf of Paris (1933) de Guy Endore para realizar su incursión en la licantropía, The Curse of the Werewolf (1961), de Terence Fisher, con Oliver Reed en el papel de un Hombre Lobo... nada menos que español. Juan Gallardo Muñoz decidió tirar por otros derroteros en esta novela que, si ha de tener alguna influencia, posiblemente sea la de los filmes de la Universal, The Wolf Man (El hombre lobo, 1941) y, sobre todo, Werewolf of London (El lobo humano, 1935)... No obstante, en algunos aspectos, Curtis Garland se anticipa varios años a esa otra obra maestra del cine de terror que es The Howling (Aullidos, 1981) de Joe Dante, que a su vez estaba basada en la novela homónima de 1977, inédita en castellano, de Gary Brandner. Yo, hombre lobo se publicó originalmente en ST nº17 (1973), y no sólo es la primera de las aproximaciones de Garland a la licantropía, sino también, probablemente, la mejor.
Brevísima reseña, en este enlace.

El Yeti

"Algo voraz y monstruoso le había arrancado la cabeza de cuajo, e igual operación habían hecho con sus brazos y piernas, mutilándole de forma espantosa. Lo peor no era eso, con ser terrorífico, sino la forma en que esas mutilaciones se produjeron, con desgarros que hacían pensar en la existencia de una bestia feroz y sanguinaria, en dentelladas o zarpazos aterradores, que desgajaron aquel cuerpo, convertido en una piltrafa ahora.
Y los miembros mutilados, ni siquiera aparecían. Como... como si hubieran sido devorados por el horripilante agresor.
—Dios mío... —murmuré, con un escalofrío, sintiendo unos irresistibles deseos de vomitar—. Ha sido él... Él... el yeti, la Criatura..."

  
"Yeti" es tan sólo uno de los muchos nombres que recibe esta criatura mítica del Himalaya, a caballo entre la leyenda y la criptozoología, y que sólo se hizo popular en Occidente de los albores del siglo XX. Al igual que sucede con el Hombre Lobo, no existe un origen literario o un canon definido para este monstruo clásico, al que popularmente se representa como algún tipo de homínido desconocido para la ciencia... pero que también ha tenido representaciones si cabe aún más outré, como es el caso de los crustáceos extraterrestres invocados por H.P. Lovecraft en "The Whisperer in the Darkness" (1931) bajo el nombre tibetano de Mi-Go. Resulta evidente que Curtis Garland disfrutó enormemente la magnífica película The Abominable Snowman (El abominable hombre de las nieves, 1957) de la Hammer, dirigida por Val Guest y protagonizada por Peter Cushing. Pero lo cierto es que Juan Gallardo le dio una interesantísima e inesperada vuelta de tuerca al mito y, lo que se ha considerado un misterio inquietante, se convierte en esta novela en una pesadilla de horror fantástico (y puede que sobrenatural)... El Yeti apareció en ST nº117 (mayo de 1975), y es una de las mejores (y más originales) novelas de su autor. Reseña, en el enlace.

La noche de la Momia

"Los gritos se perdieron en el Nilo inmenso, sin ser siquiera escuchados.
Poco más tarde, el hermoso y esbelto navío velero, era solamente un buque fantasma, ocupado por muertos. Muertos que no se movían, ensangrentados en sus camarotes o en cubierta.
Solamente una figura alta, fantástica, envuelta en deshilachados vendajes, sin otros ojos bajo las rendijas de sus vendas que la oscura sombra de un rostro embreado y sin pupilas, se movía por cubierta como un ser de más allá de este mundo".

 
De esta magnífica novela, Alberto Sánchez Chaves, arqueólogo del papel popular, dijo en su artículo "El eterno despertar de la momia" (de obligatoria lectura) que se trataba de "Una gran historia de Curtis Garland, el mejor homenaje posible que podía dar la literatura popular a la Momia". Y no podemos menos que estar de acuerdo con Sánchez Chaves, pues con La noche de la Momia (publicada en ST nº29, septiembre de 1973), Curtis Garland hizo lo más parecido a crear una "obra canónica", a partir de un personaje que, como el Yeti o el Hombre Lobo, carecen de un original literario, aunque sí tiene muchos antecedentes (u "obras candidatas al Canon) en autores del siglo XIX como Edgar Allan Poe o Théophile Gautier. Parece que la búsqueda del "Canon de la Momia", o al menos del arquetipo terrorífico, podremos encontrarlo sobre todo en las diversas producciones cinematográficas de la Universal entre las décadas de 1930 y 1940, y más tarde, en las célebres películas de la Hammer, realizadas en los años de 1960 (una vez más, con Christopher Lee de por medio). Tanto unas fuentes como otras son válidas, pero nosotros nos vamos a quedar con la aportación victoriana de Juan Gallardo Muñoz, que por derecho propio merece figurar entre los clásicos del género.


Doctora Jekyll
"Se vio. Se vio solamente el rostro. Un rostro insólito, increíble, estremecedor… Todo lo demás eran brumas, neblina rojiza, que invadía sus ojos como en un baño de glóbulos sanguíneos.
Y aquel rostro. Aquel alucinante rostro de mujer que el espejo le devolvía.
Era todo lo que persistía en su mente, mientras se hundía, como andando dentro de la niebla roja, hacia alguna parte de su delirante pesadilla".



En la vasta producción de Curtis Garland no podía faltar (ni, por supuesto, en Hammer Horror) la presencia de ese otro icono del terror, pariente cercano del Hombre Lobo, que es el Dr. Jekyll... y su doppelgänger malvado, el siniestro Mr. Hyde. Creado por el escocés Robert Louis Stevenson en 1886, este doble personaje, precursor del histórico Jack el Destripador, ha tenido una larguísima trayectoria cinematográfica, bien conocida por Juan Gallardo, que sin duda alguna se inspiró (una vez más: en el título, y poco más) en Dr. Jekyll & Sister Hyde (El Dr. Jekyll y su hermana Hyde, 1971), de la Hammer Films, dirigida por Roy Ward Baker. Pero, como es habitual en las aproximaciones pasticheras de Curtis Garland, en Doctora Jekyll (ST nº33, 1973) prescindió de la premisa original del filme y se centró en, primero, "desvelar los verdaderos hechos tras la novela de Stevenson", y después, dar protagonismo absoluto nada menos que a ¡la hija del Dr. Jekyll! El resultado, como los afortunados lectores podrán imaginar, es excelente.

El cerebro del dragón

"Pero Tsai Wong es algo más. Mucho más. En gracia a los conocimientos superiores que su padre legó en ella, os invoca a esta operación que va a significar lo más grande. Que va a devolver la vida al poder más gigantesco de todos los tiempos... Vamos, mis leales amigos, mis fieles hermanos del Si-Fan... ¡Extraigamos el cerebro de mi padre, el doctor Fu-Manchú!"


La más tardía de las novelas de nuestra monstruosa compilación (apareció en ST nº143, en noviembre de 1975) es un original homenaje, y sí, un muy buen pastiche, de uno de esos personajes literarios que se han paseado por todo el siglo XX y, en el XXI, se resisten a desaparecer: estamos hablando de la más célebre creación de Arthur Sarsfield Ward (más conocido como Sax Rohmer), esto es, el diabólico doctor Fu Manchú, que apareció por primera vez en 1913: se trata de un súper villano de la estirpe del profesor Moriarty, asociado a lo que en aquella época se denominaba "el Peligro Amarillo", cuya sofisticada perversidad y su genio científico lo acreditan como "monstruo" y casi lo descalifican como "ser humano". Así, el particularísimo homenaje que Curtis Garland hizo a Fu Manchú vio la luz en una colección dedicada a la narrativa popular de terror: Como ya había hecho con otros monstruos clásicos, Juan Gallardo llevó al Tres (o Cuatro) Veces Doctor, así como a su principal adversario, el pseudo-Sherlock Holmes llamado sir Dennis Nayland-Smith, a la década de 1970, con todas sus consecuencias, sus zombiescos dacoits, e incluso a unos incrédulos agentes de la CIA que se encuentran con que, en efecto, Fu Manchú no es fruto de la imaginación de un escritor ni de diversos explotadores cinematográficos, sino una amenaza real que puede acabar con el mundo.
Por supuesto, la "conexión Hammer" de esta novela es más bien indirecta, pues las producciones cinematográficas dedicadas a esta figura en los años 60 pertenecen al británico Harry Allan Towers y están protagonizadas por Christopher Lee; de modo que poseen ese halo hammeriano... En cualquier caso, estamos ante una aportación única en la ingente producción curtisiana, y de muchísimo interés para los amantes de la literatura pulp... y del terror en su más amplio sentido. Reseña, aquí.



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